miércoles, 4 de agosto de 2010

¿Por qué Jugamos?


Desde nuestra primera infancia sentimos la necesidad de jugar porque nos proporciona un inmenso placer y es, además, una forma de ir descubriendo el mundo que nos rodea.

Jugamos con el trompo, el carrito, los creyones, la muñeca o la pelota. Jugamos con una hoja de papel o con un retazo de tela. Jugamos a que somos bomberas o bomberos, policías, enfermeras o enfermeros, maestras o maestros, médicas o médicos.

Tenemos la capacidad de jugar con cualquier cosa y a ser cualquier cosa. El placer que nos proporciona el juego también es infinito. Jugamos, pues, por simple placer.

Como personas adultas tampoco dejamos de jugar, aunque tal vez nuestros juegos cambien de dimensión. Abandonamos la perinola, el trompo, el carrito y la muñeca y adoptamos otros juegos que decimos son más propios de las personas mayores.

Aparece entonces, por ejemplo, el billar, el bingo, la baraja y el dominó. Pero las personas adultas muchas veces le adicionamos un ingrediente que en la infancia no tenemos: el dinero. Esto lo hacemos en búsqueda de una mayor “emoción” o de un mayor “placer”, lo cual frecuentemente nos puede causar graves daños.

Pero no todas y todos somos iguales. Muchas de las personas adultas nunca perdemos esa imaginación o sentimiento infantil y, desde el ángulo del juego, nunca dejamos de ser niñas o niños. Una anciana o un anciano pueden sentir tanto placer con una perinola, con un carrito o con una pelota como lo pueden sentir una niña o un niño en su primera infancia.

Todo es cuestión de actitud, de sentimientos, de cómo llevar la vida. ¡Muy probablemente tu abuela o tu abuelo disfruten tanto de los juegos y de los juguetes como tú!

Texto: Mauricio Rodríguez Ferrara.
Cortesía de: Mario Calderón. www.mariocalderon.com
Dirección: “LA CASA DEL JUGUETE”, Millas, Mérida Edo. Mérida.


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